Si hace un par de años, criticaba la permisibilidad para aparcar sin problemas en cualquier sitio del pueblo, no debería extrañarme el nuevo parking que se ha "autorizado" por parte del Ayuntamiento y la policía local, en el mismo centro de la Plaza Poeta Teodoro Llorente.
Hace unos nueve años, la plaza se remodeló con un diseño que podemos calificar de estéticamente poco acertado, en mi humilde opinión: se instalaron unos bancos de granito que aún perduran y que son más adecuados para una paradita momentánea en invierno, que para una agradable estancia en las noches de verano. A prueba de posaderas de acero.
Tambien se instalaron unas "farolas" de pequeña altura, con la parte inferior metálica y con la parte superior luminosa; no eran demasiado "luminosas" ya que hacían una luz azulada similar a las espadas láser del cine. Tan poco éxito tuvieron, que en poco tiempo se retiraron todas.
Las papeleras, pegadas tristemente a una lápida, han menguado en número hasta ser méramente testimoniales.
La fuente central (tema de esta entrada), que también debió de suponer un gran esfuerzo a su arquitecto y diseñador por su complejidad era, contariamente a lo previsto, un detalle fresco y jovial. No por su estética refinada, sino porque los niños hacían uso de ella a modo de ducha refrescante; era bonito ver a los niños jugar en la plaza, saltando los chorros de agua que alegraban el verano.
Lamentablemente, muchos vecinos utilizaban dichos chorros para lavar los bajos de sus coches sin problemas y al fin, la fuente se inutilizó porque la arena para los toros la embozaba y su limpieza era demasiado cara (otro error de diseño).
Hecho ya el empastre, la zona ha sido invadida por coches que la utilizan de parking de forma caótica; los coches invaden lo que fué la fuente además de la zona de paso, con lo que los que vamos a pie, tenemos que circular por el único tramo libre, que es la zona de circulación de los coches.
Una pena que lo que debería de darse a los vecinos como calidad de vida frente al agobio circulatorio de la capital, quede reducido a un lugar de caos y peligrosidad para peatones (niños, ancianos...).
Por cierto, en la época de crisis que corre, no estaría de más que el Ayuntamiento recaudara con multas a estos desprensivos que utilizan el espacio público como suyo privado.
Hace unos nueve años, la plaza se remodeló con un diseño que podemos calificar de estéticamente poco acertado, en mi humilde opinión: se instalaron unos bancos de granito que aún perduran y que son más adecuados para una paradita momentánea en invierno, que para una agradable estancia en las noches de verano. A prueba de posaderas de acero.
Tambien se instalaron unas "farolas" de pequeña altura, con la parte inferior metálica y con la parte superior luminosa; no eran demasiado "luminosas" ya que hacían una luz azulada similar a las espadas láser del cine. Tan poco éxito tuvieron, que en poco tiempo se retiraron todas.
Las papeleras, pegadas tristemente a una lápida, han menguado en número hasta ser méramente testimoniales.
La fuente central (tema de esta entrada), que también debió de suponer un gran esfuerzo a su arquitecto y diseñador por su complejidad era, contariamente a lo previsto, un detalle fresco y jovial. No por su estética refinada, sino porque los niños hacían uso de ella a modo de ducha refrescante; era bonito ver a los niños jugar en la plaza, saltando los chorros de agua que alegraban el verano.
Lamentablemente, muchos vecinos utilizaban dichos chorros para lavar los bajos de sus coches sin problemas y al fin, la fuente se inutilizó porque la arena para los toros la embozaba y su limpieza era demasiado cara (otro error de diseño).
Hecho ya el empastre, la zona ha sido invadida por coches que la utilizan de parking de forma caótica; los coches invaden lo que fué la fuente además de la zona de paso, con lo que los que vamos a pie, tenemos que circular por el único tramo libre, que es la zona de circulación de los coches.
Una pena que lo que debería de darse a los vecinos como calidad de vida frente al agobio circulatorio de la capital, quede reducido a un lugar de caos y peligrosidad para peatones (niños, ancianos...).
Por cierto, en la época de crisis que corre, no estaría de más que el Ayuntamiento recaudara con multas a estos desprensivos que utilizan el espacio público como suyo privado.